Luis Cruz Azaceta es un artista en éxodo continuo. Un pintor de las zonas extremas de la vida moderna, desde las cuales dibuja el itinerario de la fuga, el dolor y la catástrofe. Es un intérprete del caos y de la tensión entre ciudades y sujetos desplazados, verdaderos nómadas de las urbes postindustriales, a los que no queda otra opción que perpetuar sus escapes de unos mundos a otros. Reconocido como un representante prominente dentro de la pintura norteamericana —Robert Hughes llegó a considerarlo como uno de los dos artistas de origen hispano más importantes en Estados Unidos—, Azaceta es también un artista paradójico cuyas clasificaciones, la mayoría de las veces, nos remiten a un punto en el que estuvo anteriormente, pero no al territorio donde ahora podríamos encontrarlo.
Iván de la Nuez
Luis Cruz Azaceta es uno de los primeros artistas latinoamericanos de la segunda mitad el siglo XX en penetrar el “establishment cultural”, el sistema de representación o redes de espacios de resonancia del arte contemporáneo en los Estados Unidos, especialmente de la ciudad de Nueva York, donde trabajo y vivió por tres décadas. Neo-expresionista, fabulador del delirio y el absurdo cotidiano. abstracto-automático o alucinado-minimalista en la materialización de sus atmósferas deliciosamente criticas, sicodélicas, cargadas de humor e ironía. En su metafórico universo visual activan perpetuamente la angustia existencial, el signo cultural identitario, la reflexión sobre el desarraigo, sobre la esquicia colectiva y sobre la violencia consubstanciales de las pos-metrópolis, así como el estremecimiento y el inminente desasosiego del espectador. La de Luis Cruz Azaceta es una de las propuestas pictóricas de mayor rigor formal, síntesis expresiva y profundidad de pensamiento que hayamos registrado en el panorama del arte Latinoamericano de nuestro tiempo.
Amable López
Una delgada membrana vibra entre Luis Cruz Azaceta y el caos, las presiones y las contradicciones que experimenta en el mundo. Los recuerdos de su infancia en La Habana están llenos de terrores surreales y circundante violencia, las convulsiones de un país que vive una revolución. Desde entonces se ha radicado en Nueva York, dedicando a la pintura la mayor parte de estos años. Sus pinturas son como grabaciones tomadas de esta membrana y transmiten su frágil tensión.